Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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Algunas consideraciones sobre los nuevos objetos de la clínica. D. Sastre


Algunas Consideraciones sobre los “nuevos objetos” de la clínica

Diana Sastre


Es un placer estar en esta Mesa y acercarnos al tema de la Clínica en este Congreso. Debo decir, que ha sido una gran satisfacción compartir con los integrantes del Comité Organizador, Armando, Alicia, Federico, Emilio y Antonio el plasmar este espacio y ahora además, estar en esta mesa con todos vosotros.

Desde el comienzo del Congreso, estamos nombrando los cambios de la sociedad actual y las demandas que nos hacen replantear nuestra práctica clínica. Estas ya no son tradicionales, ni específicas, sino que nos aparecen como portadoras de sentidos de otros registros (sociales, económicos, culturales, etc.). Hemos escuchado y compartido los cambios en los grupos familiares, patologías de trastornos de alimentación, psicosomáticos, situaciones catastróficas y traumáticas, violencia doméstica, cambios culturales, etc. Los diagnósticos individuales actuales, necesitan involucrar a los contextos sociales, culturales y económicos, en los cuales el sujeto evoluciona. En este sentido, algunos de los temas que destacaremos como la inmigración, la adopción, el acogimiento, parejas mixtas o trasculturales, familias en general con componentes culturales diversos, nos plantean una diversidad de vínculos que le dan una dimensión colectiva a los mismos.

Tanto las migraciones como las adopciones, por ejemplo, son tan antiguas como la humanidad, sin embargo el pensarlos como objeto de estudio en el campo clínico es nuevo, así como su necesidad de abordaje. Encontramos que lo que los caracteriza como novedoso, no es sólo por la intervincularidad, específica del vínculo, sino por la multivincularidad en el trabajo clínico.

Siguiendo con gran placer y agradecimiento por su pensamiento creativo y generoso, a Armando Bauleo en el libro “Psicoanálisis y Grupalidad”, tomamos este concepto de “nuevos objetos de la clínica”. Esta manera de nombrarlos, de destacarlos surge, dice Bauleo, como resultado de entender psicoanalíticamente estas problemáticas como un cuestionamiento no sólo del sujeto sino también del Objeto, de sus límites. Estos nuevos objeto,s como se nos presentan en la práctica, nos cuestionan, movilizan, perturban y transforman no sólo nuestras identificaciones sino también nuestros ”objetos internos” (nuestro grupo interno, agregaría). Los nuevos obligan volver a configurar los internos. Si recordamos lo que pasó con los temas de niños y de los grupos en el psicoanálisis, podríamos encontrar un cierto paralelismo, ante estos temas que se nos imponen continuamente, y que  poco a poco están siendo tomados en consideración.

Destacaría algunos elementos de estos nuevos objetos, como por ejemplo la inmigración, que muy bien destacaba Leonardo Montecchi en la Mesa redonda del Precongreso. Más que la inmigración, hablaría de los flujos migratorios (si se llega a un lugar, es porque se fue de otro, no hay inmigrante sin emigración), cuándo se deja de ser emigrante y se convierte en inmigrante? Pero no sólo están afectados los que emigran: en los que se quedan y también en los que reciben (con mayor o menor deseo, dificultad o rechazo), se produce conmoción en su contexto y en nuevos modos de vincularse.

Al inmigrante, podemos considerarlo como el elemento más visible del flujo migratorio, pero sus efectos son mucho más amplios y engloban a muchos más sujetos, no sólo su grupo familiar, sino también social, incluso comunitario al encontrarnos por ejemplo que en poco tiempo emigran todos los jóvenes de  una población. Por ejemplo, encontramos en la consulta una paciente que ante los síntomas psicosomáticos, como un eczema que hasta el momento no había tenido, prácticamente lo único que podía comentar de su vida, era que la última joven que quedaba de su familia en el pueblo de Ecuador era ella, ya que los demás se habían marchado para “España”,  se habían venido aquí (ya no era el éxodo del medio rural a la ciudad), de un pequeño poblado a “España”, la palabra mágica que desdibuja los límites conocidos y que acentúa la idealización de haber conseguido estar en el primer mundo. Terminan viviendo todos juntos en el mismo barrio, con la ilusión de negar las diferencias. En la paciente no parecía haber otra cosa, ni sentimiento, sólo su cuerpo hablando.

Este inmigrante como decíamos, es el posible depositario de la patología de los diferentes grupos a los que pertenece o pertenecía, presenta patologías diversas pero también los demás sujetos influidos por este desplazamiento temporal, definitivo. Asimismo, las rupturas o dificultades de comunicación y el mantenimiento de las cadenas generacionales que nombraba acertadamente Gregorio Kazi, (refiriéndose a la situación de Argentina como una herencia de la dictadura y de los desaparecidos), que también afectan de manera significativa a la emigración.
Una abuela decía en consulta: “es como si me hubieran sacado una mano, me sacan a mi nieto”, al enterarse de que el hijo se iba con su nieto bebe con el que había comenzado a tener un vínculo muy profundo. En ese sentido, los abuelos  como miembros del grupo familiar sienten que la emigración de los hijos trunca su “abuelitud” dice Aguiar, en realidad vemos que es su propia subjetividad la que está afectada, otra vez sale el tema del cuerpo, en este caso de un miembro, donde no pueden colocar otras palabras, hablar del dolor, de ellos mismos. En la emigración, uno de los elementos más complejos es su no representación previa, a veces en los grupos familiares el que los miembros se disgreguen, aparece un sentimiento muy profundo y difícil de asimilar, en el que los duelos no resueltos o congelados, a veces no dan cuenta de toda la sintomatología que presentan.

  Estos desgarramientos se agregan a la situación crítica de supervivencia, se pierden varias generaciones, no sólo los hijos, los nietos, ante la situación de extrema pobreza que no debemos soslayar, como bien nombraban Manuel Calviño y Gregorio Kazi.
Carlos Foladori, nos decía que no debemos psicologizar, en sentido de minimizar, sólo desde el aspecto psicológico. Parecería que el considerar estos nuevos campos como objetos, apuntaría a entender lo complejo de esta cuestión.
Aparecen como elementos importantes en estas dificultades en la clínica con diversas sintomatologías, depresiones, síntomas psicosomáticos diversos entre otros, surgiendo además pedidos de tratamiento que se amplían no sólo a los inmigrantes, sino también a los que conviven con estos cambios y no sólo a nivel familiar, sino también de los grupos sociales y comunitarios, como podemos observar en las nuevas relaciones laborales, en un reto de convivencia que muchas veces es productora de malestares y sufrimiento psíquico.  Además, han aumentado el número de parejas mixtas o trasculturales, que son cada vez más numerosas en nuestro país y que presentan diversidad de patologías y de crisis con la aparición de los hijos, apareciendo funcionamientos simbióticos, o de negación de las diferencias, a veces en la necesidad de salir del grupo familiar para terminar reproduciendo el modo de funcionamiento de su grupo de origen, la lealtad a los grupos familiares y la cultura y valores de los mismos.

 Tomando ahora otra temática, comentaremos la construcción del vínculo adoptivo, especialmente en la adopción internacional, que ha eclosionado en nuestra sociedad de forma espectacular. Querría indicar en este sentido,  que nombrándolo como nuevo objeto de la clínica no significa patologizar la adopción, más bien, es percibir su cualidad  colectiva, por las características propias de la construcción del vínculo, conjuntamente con la construcción de la subjetividad del pequeño sujeto, y la discriminación de los nuevos y los antiguos vínculos. La historia pasada, los fantasmas y las propias características individuales de los miembros del grupo familiar, pueden incidir en el camino o las dificultades  de  este nuevo grupo familiar.

 Hemos observado una amplia gama de demandas, de clarificación, de intervención en situaciones completamente dispares, a veces “normales” como por ejemplo el grupo familiar, hermanos incluidos, entrar en pánico después de una adopción sin dificultades hasta ese momento, ante el primer signo de enfermedad, como ruptura de la ”luna de miel” al aparecer fiebre, imaginando el grupo familiar, sin nombrarlo, que se debería a alguna enfermedad trasmitida por su familia biológica, hasta graves dificultades en las relaciones familiares, que se viven soportadas, escondidas por no demostrar ante los demás por su propio narcisismo que no era el hijo ideal que creían. También encontramos dificultades escolares y trastornos del comportamiento, que podrían revelar los diversos malestares y sufrimientos psíquicos, siendo la adolescencia un período crítico en los que se recrudecen los conflictos identitarios, la sexualidad propia y de los demás integrantes del grupo familiar, así como la confusión entre lo que es una crisis evolutiva y un proceso patológico, no sólo del “adoptado” sino de las vinculaciones y los cambios del grupo familiar.
 También, observamos casos que llegan con más asiduidad en estos últimos años, ya que surge la necesidad de realizar diagnósticos e intervenciones familiares en relación a problemáticas legales, por estar ya abocados a causas judiciales, en cuanto a la tenencia de los niños, en un porcentaje considerable, siendo más un pedido a tomar partido por cualquiera de las partes, más que una necesidad terapéutica. El trabajo de la demanda, aún cuando el sufrimiento está patente por sus efectos en el grupo familiar, nos hace preguntarnos por la tarea y pretarea de esclarecimiento de esta dinámica familiar, siendo el encuadre de la misma un marco al que continuamente vemos cómo se intenta eludir, saltar.

 En relación al acogimiento, consideramos que es una situación de cierta magnitud, ya que posibilita crear nuevos espacios de cuidado al menor a nivel Institucional, por la posibilidad de los niños de poder crecer en un grupo familiar, las vivencias de pertenecer a dos mundos, destejer unos vínculos traumáticos y poder establecer unos nuevos, además de los cotidianos que habían mantenido a nivel institucional con los cuidadores por ejemplo, hacen que las patologías de estos grupos familiares se tiñan con las cualidades de las que antes nombramos.

Quiero resaltar que la cualidad de multivincularidad complejiza la dimensión inconsciente y particular de cada sujeto, y es justamente en este articular de esa vincularidad y subjetividad en juego, que creemos importante operar e investigar.

 En este sentido destacaría las contribuciones de José Bleger, que subraya en su trabajo de “El grupo como institución y el grupo en las instituciones”, no sólo la importancia de las identificaciones, sino también la relación de objeto en que ambos confluyen en la estructuración del mundo interno,  sostén y la adjudicación de roles, importante  en la dinámica familiar y grupal, designando al “paciente” de esa dinámica familiar, así como la diferenciación entre socialidad sincrética y socialidad de integración. La primera, como aglutinación o simbiosis y el pasaje hacia una socialidad de interacción, diferenciada del sujeto, sería una evolución esperable que podría brindar como un grado integrador y discriminado. Esta posibilidad de subjetivación, como decimos actualmente, se asienta sobre una cierta inmovilización de estados sincréticos o no discriminados de la personalidad o del grupo de origen. Este punto de “no-relación” como elemento básico del sincretismo lo encontramos también en los vínculos patológicos actuales, estos nos muestran ejemplo muy claros de grupos fusionales.

Bleger, extrapolando el método clínico (Observación-Diagnóstico-Intervención/Interpretación) nos ha proporcionado la posibilidad de repensar sobre el estatus científico de la experiencia (Individual-Grupal-Institucional)

La complejidad de la función analítica, funciona en paralelo a la cuestión de los nuevos objetos, y es el resultado de entender psicoanalíticamente estas problemáticas que producen  cuestionamientos, no sólo del sujeto sino también del objeto, de sus límites y de su connivencia.

Recordemos que la complejidad es el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, nos obligan a reubicar los cuerpos conceptuales, a buscar otro tipo de articulación, valorando su vigencia.  Morin nos previene ante la complejidad  para que no reduzcamos lo complejo, sino que contemos con la complejidad como contexto, donde integremos lo simple.

La Clínica, atravesada por elementos individuales, grupales, institucionales y comunitarios, en su dimensión Colectiva, privilegia el espacio grupal como recorte, se transforma al observarla desde esta configuración. Imaginario individual e imaginario social se  inscriben en los malestares, y diversos síntomas, en el discurso del sufrimiento, del sujeto, de las concepciones de salud y enfermedad del propio sujeto y la de los grupos a los que pertenece.

Es también con los supuestos de salud y de enfermedad, que nos habla Pichon, y de los conceptos de la normalidad y lo patológico, que profundiza Canguilhem, que abordamos las dificultades que en las diferencias culturales adquieren unos parámetros diferentes, y que nos permite preguntarnos sobre cada uno desde otra perspectiva.

 En otro sentido podemos comentar que hay aspectos de la técnica que merecen investigación: la transferencia, el idioma a utilizar, la lengua de origen, los valores sociales y culturales del mismo, así como la fantasías ante el país receptor y el abandonado, los aspectos contratransferenciales, son aspectos muy significativos en cuanto a nuestro trabajo.

Destacaría la importancia de nuevas aportaciones como la de Ruiz Correa, con el concepto de meta transferencia cultural, refiriéndose a los diversos afectos despertados por los acontecimientos, y el esquema referencial propio que nos lleva a elegir tal interpretación o señalamiento en lugar de atender a otro aspecto, que otro colega habría privilegiado en relación a nuestra propia historia y cultura. Observamos que este concepto tiene puntos de conexión con la noción de Observador Participante de Bleger.

En otro trabajo “Infancia e interculturalidad”, comentaba la importancia del concepto meta transferencia cultural en estos nuevos objetos, ya que nos permite pensar determinados aspectos de nuestro lugar profesional, nuestra experiencia y referencias de nuestra historia y cultura, para ponerlas al servicio de un análisis exhaustivo en la relación transferencial. Es seguir pensando en nuestro lugar, nuestra práctica, incluirnos en las dificultades sin intentar perder la distancia óptima. Comentaba un caso de un grupo familiar inmigrante, que consultaban en principio por su hijo con diversas discapacidades, la madre me relataba una conversación en el colegio con la profesora, ésta ante las continuas exigencias de la madre sobre la posibilidades del hijo, le preguntó “pero señora, qué espera de su hijo”, se refería a logros académicos del curso, y ella me cuenta que le contestó, “yo espero que mi hijo sea presidente de la república!!!”. Era evidente que el peso del ideal  estaba en este hijo, y de la negación de la limitación en esta madre. Aunque observé en un primer momento la idealización y negación de los límites, sin embargo hasta pasados varios meses no pude reconocer que había un plus, “el de la República”, en el que este concepto estaba integrado a mi propia historia, que tocaba mi propia migración personal; era una frase tan conocida por mí, tan escuchada, que no pude reconocer que “la República” era nombrar un país que no es éste: Ella quiere que sea presidente del país en el que no vive y donde según dice no vivirá más. ¿Lugar imposible para el niño? Recordé esa primera imagen de L., tan frágil físicamente, y tan provocador y seductor por otro lado, casi como ciertos gobernantes que nunca tendrán poder real, por lo que deben hacer apariencia de ese poder con gestos grandilocuentes. ¿Tendrá que hacerse cargo L. de esta tarea impuesta por la madre? ¿Podrá saber que tiene una historia, unos lazos familiares, una tierra, una cultura heredada, pero que él tiene una historia también en Madrid, tiene una nacionalidad, y aún con sus limitaciones tiene un futuro a construir……
Nuestra propia experiencia adquiere el nivel de objeto de  investigación y el vínculo como ligazón sujeto-objeto, surge como punto de comienzo para estudiar los procesos de tratamiento. Pero a su vez, la clínica también es para nosotros una relación entre grupos operadores-grupo usuarios, grupo externo-grupo interno, una relación de múltiples vínculos con las instituciones y en los muchas veces  encontramos más fantasmas, más malentendidos que en el propio trabajo terapéutico, parecería que estamos en pre tarea constante.
Es por eso que en el abordaje clínico grupal,  la interpretación  así como la intervención, son herramientas muy importantes, poder “operar” desde la visión de la inter y multivincularidad de las problemáticas, incluyendo los aspectos grupales de la patología que estos nuevos objetos nos demandan. Es por tanto  que los conceptos de Equipo, Encuadre, Tarea cobran cada vez más importancia a la hora de convertirse en las herramientas imprescindibles para el trabajo clínico.
En este sentido destacaría la importancia de las Entrevistas grupales, y familiares, como espacio privilegiado de observación y diagnóstico e intervención de las situaciones a investigar, ya que nos otorgan una información mucho más completa de los diferentes vínculos que están jugando un papel fundamental en las demandas y las patologías presentadas. Creo que el aprender a pensar en la clínica grupal, a co pensar las sintomatologías de todos estos “nuevos objetos”, sin soslayar lo histórico y los contextos en los que evoluciona, es aplicar la propia dialéctica pichoniana que nos permite seguir interrogándonos e investigar  para operar mejor.
Esta situación requiere que lo que vamos observando, diagnosticando e interviniendo en la clínica, pueda ayudar a la prevención en la comunidad, sobre estos temas que hemos visto que pueden llegar a ser no sólo sufrimiento individual, sino que además, inciden en el aumento de las  problemáticas sociales actuales, de las que Bleger ya en 1962 en la Universidad de Buenos Aires, en su cátedra de higiene mental, trabajó como pionero en este campo y a quien quiero recordar especialmente en este Congreso.

BIBLIOGRAFÍA


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